La permanencia de Gadafi, el principal escollo para la negociación
Los bombardeos de la OTAN son menos precisos y alcanzan a los rebeldes
Solo siete países de la Alianza Atlántica permiten que sus aviones ataquen
Radio Televisión Española
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MIGUEL CHARTE
A veces, los equipos de fútbol que no pueden ganar los partidos en el terreno de juego intentan ganarlos en los despachos. Algo parecido puede pasar en Libia, donde el estancamiento en el frente de batalla ha acelerado los esfuerzos diplomáticos para buscar una solución al conflicto.
Este miércoles, enviados de EE.UU. se entrevistaron con ambas partes e incluso han reconocido la necesidad de negociar con el entorno de Muamar al Gadafi.
Sobre el otro frente, el militar, el general Carter Ham, jefe del comando estadounidense en África, ha sido claro en una comparecencia en el Senado de EE.UU. este jueves: "Sobre el terreno, estaría de acuerdo en decir que hay un estancamiento".
Así las cosas, la permanencia del dictador o de alguno de sus hijos es el principal escollo de cualquier posible acuerdo. Gadafi ofrece reformas, pero pretende intervenir en la transición, al contrario que los autócratas de Túnez o Egipto.
El ministro de Exteriores, Alain Juppé, ha insistido este jueves en que "la cuestión que se plantea ahora son las condiciones en las que Gadafi se va a ir", y ha pedido la implicación de la Unión Africana (UA). No obstante, ha hablado también de la necesidad de un "diálogo nacional incluyente".
La OTAN continúa los bombardeos
La voluntad negociadora se fortalece mientras sobre el terreno los rebeldes acusan a la OTAN de disminuir los ataques. La Alianza lo niega. Según sus comunicados, entre el 31 de marzo (cuando tomó el mando de las operaciones) y este miércoles, sus aviones han efectuado 1.006 salidas, 400 de ellas de ataque, en las que se identifican blancos pero no necesariamente se dispara.
Los datos de la intervención de la coalición internacional, encabezada por Francia, Reino Unido y Estados unidos, para el periodo entre el 19 y el 31 de marzo son similares: llevó a cabo casi 2.000 vuelos (950 de ataque) y lanzó 223 misiles de crucero.
Sin embargo, al comienzo de la operación los blancos militares estaban claros: aeródromos, aviones e instalaciones de radar. Las bombas también abrasaron las columnas de tanques que amenazaban las ciudades. Ahora, en cambio, los objetivos son más difíciles de fijar y dan lugar a errores.
Más difícil acertar en los objetivos
Las fuerzas gubernamentales utilizan ahora vehículos ligeros y sitúan su artillería en las calles de las ciudades. La OTAN les ha acusado de usar “escudos humanos”. El resultado de esta nueva táctica es que a los aviones de la Alianza les resulta más difícil acertar sin dañar a la población.
"Era previsible", explica Félix Arteaga, investigador principal de Seguridad y Defensa delReal Instituto Elcano. Además de poner en riesgo la vida de civiles, esta nueva disposición de fuerzas "obliga a reunir más inteligencia" y "poner gente sobre el terreno". Los pilotos han de volar más bajo para identificar el objetivo, con el consiguiente riesgo para las tripulaciones.
La perspectiva de un aumento del coste en vidas civiles y militares, así como económico (la operación cuesta a EE.UU. cuatro millones de dólares al día) puede erosionar el acuerdo internacional sobre la intervención.
De hecho, solo una minoría de los 28 países de la OTAN participan en los ataques. España, Holanda y Turquía sólo comprometen sus aviones en operaciones defensivas para controlar la zona de exclusión aérea. Siete países de la Alianza (Francia, Reino Unido, Canada, Belgica, Noruega, Dinamarca e Italia), más Emiratos Árabes están dispuestos a bombardear, con un total de 61 aparatos, mientras que Estados Unidos ha situado a sus 11 bombarderos "en la reserva".
Para Arteaga, si no hay tropas de tierra, y dado que los rebeldes carecen de un ejército digno de tal nombre, "el régimen puede aguantar indefinidamente".
Falta de decisión política
Alberto Piris, general de artillería en la reserva con el Centro de Estudios para la Paz (CEIPAZ), cree que el problema es la falta de dirección política y señala a la ONU.
"La resolución 1973 dice que el objetivo es proteger a la población civil, pero eso no significa nada. El objetivo político ha quedado en el aire", explica. En su opinión, "Naciones Unidas ha vuestro a mostrar indecisión por los intereses contrapuestos de las potencias" y ahora "nadie sabe cómo continuar".
Arteaga cree que "en el fondo hay que decidir qué se quiere: proteger a civiles o cambiar el régimen". Esto último puede hacerse de dos formas: legalmente, para lo que se necesitaría el respaldo de la ONU para una intervención a mayor escala; o armando y entrenando a los rebeldes, para lo que se necesita tiempo.
"¿Tenemos paciencia estratégica para eso?”, se pregunta Arteaga, quien cree que desde el principio hubo un fallo en la apreciación de los riesgos de la intervención. “La operación empieza a ser ya un fracaso (…) el mal planeamiento inicial juega a favor de Gadafi", añade.
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