La multitudinaria procesión de las Promesas sale con una hora y media de retraso por un chaparrón
19.04.11 - 02:01 -
Los marrajos tienen una relación de amor-odio con la lluvia desde tiempo inmemorial. La historia de la Real e Ilustre Cofradía de Nuestro Padre Jesús Nazareno está salpicada de episodios en los que el agua caída del cielo es gran protagonista: unas veces, los hermanos se armaban de valor y desafiaban a la naturaleza para salir victoriosos entre truenos y centellas; en otras, las nubes descargaban sin piedad sobre tercios de penitentes y sus tronos para arruinar las ilusiones construidas durante todo un año.
Siempre protagonista, la lluvia también quiso estar en el estreno en procesión del nuevo hermano mayor, Domingo Andrés Bastida Martínez. De poco sirvió que los miembros de la Comisión de Iglesia recuperaran la antigua broma de colgar un salvavidas de uno de los balcones de su sede del callejón de Bretau, conjuro casero para ahuyentar el peligro. Las nubes cubrieron la ciudad toda la tarde pero esperaron hasta última hora para descargar. Ante el riesgo de un fuerte chaparrón, la junta de mesa decidió aplazar una hora la salida de su primera procesión: la de las Promesas de la Santísima Virgen de la Piedad. Después se tomó otra media más para los últimos preparativos y salir a las calles de Cartagena.
Los meteorólogos acertaron. Poco después de las nueve cayó el chaparrón previsto. «En Canteras dicen que está lloviendo mucho», comentaban los nazarenos en las inmediaciones de la calle Jara, intentando proteger sus túnicas bajo unos escasos balcones.
Pocos se marcharon
Hubo momentos de incertidumbre, porque la gente creyó que no era un aplazamiento momentáneo sino una suspensión en toda regla. Unas pocas manolas de tacones vertiginosos enfilaron la plaza de Juan XXIII en cuanto el cielo dio una tregua. Se precipitaron.
Los penitentes de los tercios del Santo Cáliz y de los dos de la Piedad se mantuvieron en su sitio, muy pendientes de proteger el vestuario de rasos y terciopelos. Igual hicieron que los granaderos y los músicos de las bandas. Y todos ellos, junto con decenas de nazarenos, prorrumpieron en un aplauso cuando el marrajo encargado de echar las procesiones a la calle, José Fulgencio Angosto, puso en marcha la megafonía para pedir a la gente que desalojara la nave central de Santa María de Gracia.
«Nos han dicho que es una nube que estaba sobre Cartagena y tenía que descargar. Detrás no viene nada», decía el hermano mayor para tranquilizar a varios destacados marrajos que aguardaban noticias en el Callejón de Bretau. «Salimos en veinte minutos», añadía.
Dicho y hecho. A las diez y media de la noche estalló en el cielo cartagenero el cohete que anunció a toda la ciudad la apertura de los batientes de Santa María de Gracia. Los guiones se pusieron en marcha para abrir camino al tercio de granaderos cadetes, al grupo de acompañamiento del sudario marrajo y a la Agrupación de Granaderos. Les siguieron el Santo Cáliz, el tercio femenino de la Piedad con su trono insignia, el masculino piadoso, la junta de damas y el trono de la Virgen de la Piedad. Detrás, la fiel escolta del pueblo.
Los estandartes, banderines e imágenes salieron a las calles sin protección de plásticos, que estaban preparados dentro de la procesión por si eran necesarios. Al cierre de esta edición, el cortejo llegaba a la iglesia de la Caridad y el cielo mantenía la tregua
En una noche de esas que forjan el carácter marrajo -un montón de nazarenos tuvieron su primera experiencia con la lluvia- también hubo momentos de recuerdo especial para quien fue comisario de iglesia y expresidente del Cáliz, Jerónimo Gutiérrez Carmona, fallecido hace dos semanas. Sus compañeros de la Comisión de Iglesia lucieron brazaletes morados en su memoria.
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