El Domingo de Ramos es día de estrenos. Ayer cientos de niños californios mantuvieron viva esa tradición y costumbre al participar por primera vez en la procesión que conmemora la entrada de Jesús en Jerusalén a lomos de una burrica. En total, entre hebreos, portapasos y nazarenos, fueron cerca de cuatro mil chavales los protagonistas de la procesión más bulliciosa de la Semana Santa cartagenera.
Muchos participantes estrenaron sus vínculos y compromisos con la Cofradía del Prendimiento. Otros los renovaron en un desfile que estuvo casi cinco horas por las calles de Cartagena y que encabezaban los personajes bíblicos. ¿Quién dijo que los niños no hacen penitencia? ¿Acaso no es sacrificio para un crío pasar un rato largo sin corretear, sin hablar y con las muñecas rotas de mover una palma o una rama de olivo que, al final, a ellos se les antoja pesadísima?
Penitencia también es cargar un trono a hombros, aunque a veces marchas como las interpretadas portentosamente por la banda Sauces -Mektub, en la Puerta de Murcia- hagan más liviano el sufrimiento a los penitentes y más agradable la espera al espectador.
Aliento del público
La Sauces alivió con sus interpretaciones el esfuerzo de un grupo de muchachas -y alguna veterana- de la Agrupación de San Pedro Apóstol, que salieron por primera vez portando a hombros el trono de la Conversión de la Samaritana. Recibieron las ovaciones del público y muchos gritos de «Viva San Pedro» que les vinieron muy bien. Sobre todo cuando a partir de la calle Santa Florentina remetían una y otra vez el hombro bajo las varas buscando la comodidad y la frescura perdida tras un esfuerzo prolongado.
Menos cansados iban los portapasos juveniles de los siguientes tronos a hombros, que daban la impresión de ser más livianos que el de la Conversión de la Samaritana: El sermón de la montaña (Coronación de Espinas), el de la Imposición del Primado (San Pedro) y el de Los Milagros de Jesús (Ósculo).
El público que llenaba las calles del centro histórico ovacionaba continuamente a los críos inmersos en el desfile. A los nazarenos les reclamaban caramelos, postales y también otros regalos más exclusivos, como las insignias de las agrupaciones o los llaveros que otros reservaban para amistades y compromisos.
Seriedad
Penitencia es también que hebreos con apenas cinco años lleven sin rechistar banderines y galas del Santiago, del Ósculo o de la Virgen con impecable seriedad y prometedor estilo. O portar un estandarte como el que ayer estrenó el tercio infantil de la Flagelación: una pieza de terciopelo rojo bordado en oro y plata, con pedrería, por el artesano Ramón Fernández Ruiz, de los talleres San José de Cádiz. El sudario lo dejó diseñado Balbino de la Cerra antes de su muerte.
Impecables desfilaron los niños de la Agrupación de San Juan. Primero, los pequeños del tercio del Discípulo Amado; después, las chicas del Juicio de Jesús, con sus característicos mantos; por último, los niños y algún adolescente del tercio titular, precediendo al trono de la Burrica.
Sacrificio y entrega también pusieron los miembros de la sección de honores de la Agrupación de Granaderos, que ayer cerraron el cortejo con continuos juegos malabares con los fusiles de época que portan.
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