Nuevo doblete de Messi ante un Racing que no levanta cabeza
Al Barça siguen sin salirle las cuentas de la liga. Aunque lleva una racha de cuatro victorias seguidas y está apretando en la búsqueda del fallo del eterno rival, hoy por hoy, la distancia de diez puntos se antoja insalvable.
Pero nadie en Can Barça está dispuesto a tirar la toalla, a pesar de las declaraciones pesimistas de su técnico. Los azulgrana no quieren darse por vencidos, por si en alguna jornada suena la flauta y los de Mourinho sufren un tropezón. Con esa actitud, la del perseguidor que no ceja en el empeño, saltaron este domingo al Sardinero, un campo en el que se han dejado un buen puñado de puntos a lo largo de su historia, ante un Racing muy apremiado de puntos para salir de los puestos de descenso y que estrenaba entrenador, Álvaro Cervera.
El Barça no esperó ni un minuto para ver cuál era el planteamiento del debutante en primera. Guardiola recuperó la línea defensiva de tres, alineó a su centro del campo preferido (Cesc, Xavi, Iniesta y Busquets) y trazó un ataque con Messi y dos extremos muy abiertos (Cuenca y Pedro). La idea era abrir al máximo el campo, el del Sardinero, que se suele encoger cuando hace falta apretar al rival. Aunque el Racing no pudo en todo el partido. El asedio fue absoluto por parte de los hombres de Guardiola, que en toda la primera mitad apenas tuvieron que recular hacia sus dominios. Un control del balón y del espacio, eso sí, que no se traducía en peligro en el área de Mario. El Barça tenía la pelota, la dominaba, pero erraba en el último pase. Los azulgrana rizan tanto el rizo que, por ejemplo, se olvidan de que existe la opción del lanzamiento de media distancia. Llegaban hasta el borde del área y ahí es donde se chocaban con la poblada defensa cántabra. El Racing, en puestos de descenso, saltó muy temeroso y retrocedió demasiado pronto.
El Barça insistía por el centro y el premio le llegó en un medio rebote, que aprovechó Xavi para abrir al carril del 8, desde donde Cesc mandó un pase medido a Messi, que convirtió en gol tirándose con los pies por delante en el área pequeña. Media hora y el partido se le ponía cuesta abajo a los azulgrana, que no sufrían con el oponente.
Tras la reanudación, los racinguistas dieron un paso adelante. Introdujeron un poco más intensidad, pero el tempranero 0-2 apagó todas sus esperanzas. Fue por culpa de un penalti a Cesc, por supuesto empujón, de esos que no ve nadie en el campo, salvo el árbitro y sus dos asistentes. Una pena máxima que si se la pitan al Barça o al Madrid, se monta una trifulca en las tertulias postpartido de la TDT que parecería que se ha declarado la tercera guerra mundial. El fútbol español tiene un problema, que se lo tendría que hacer mirar, y es que los colegiados actúan con miedo cuando pitan a un grande. Lo grave es que es más trascendental mediáticamente perjudicar al Barça o al Madrid que pitar a su favor. De ahí que la balanza siempre caiga en contra del débil. Messi no falló desde los once metros y sentenció el partido. A partir de ahí, más de media hora por delante que fue coser y cantar para los blaugranas. Lo había sido hasta entonces, pero con 0-2, el Barça se dedicó a tocar para que pasaran los minutos.
Tras caer con estrépito en Pamplona, al inicio del mes de febrero, el FC Barcelona ha encadenado un cuatro de cuatro en liga. Su objetivo es llegar al clásico con una desventaja máxima de seis puntos. Luego, las cuentas de la lechera que se hacen en Can Barça son: el club azulgrana le derrota al Madrid y se coloca a tres; quedarían tres jornadas de campeonato y los hinchas culés pondrían más velas que nunca a Montserrat para esperar el pinchazo del Madrid en alguna de esas fechas finales. Siempre y cuando el cuadro catalán haga los deberes. Eso es lo que hizo en Santander. Cumplir el expediente. Los 10 puntos siguen siendo un muro.
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