01.02.11 - 01:03 -
DAVID CANO GEA | MURCIA./ la Verdad
Los vecinos de su edificio, en La Paz, recuerdan que José P. era un «buen hombre, aunque algo reservado»
Encuentran el cadáver de un hombre que llevaba más de tres años muerto
Más de tres años muerto y en la más absoluta soledad llevaba José P., de 85 años y trabajador jubilado de Renfe, cuando, en la mañana de ayer, la Policía lo encontraba en su casa del barrio de La Paz, en la calle Río Mundo. Los vecinos de su bloque lo recuerdan como una persona «buena, aunque algo reservada», como explica José, vecino puerta con puerta del fallecido. «Yo lo conocía de decirnos hola y adiós, pero sé que tenía muy buena relación con todo el edificio».
El paso inexorable del tiempo seguramente pilló a José P. por sorpresa. «Sólo salía los jueves a hacer la compra al mercado y después se quedaba en casa. Era un hombre mayor, y a veces no le hacía ascos a la bebida», afirma Carmen, la vecina del tercero. Todos recuerdan a José P. como una persona solitaria que no había tenido mucha suerte en la vida. Nadie lo reclamó en estos tres años. Era hijo de madre soltera, y sólo vio a su hija al poco de nacer, por lo que nadie le echó en falta, sólo sus vecinos. Agustín, el marido de Carmen, afirma que el fallecido «estaba pensando en irse a Barcelona, donde tenía unos amigos, a vivir en una pensión. Tenía ilusión de encontrar una habitación en una que conocía por allí». El destino, sin embargo, le fue funesto.
Agustín fue el que tomó las riendas del asunto y habló, hace seis meses, con el presidente de la junta, Rafael Gómez. «Lanzaron una orden para tratar de localizarlo. Como no apareció, me llamaron y me dijeron que fuera a hablar con la Policía. Él nunca había tenido problemas, porque, por ejemplo, todas sus cuentas las tenía al día», recuerda este vecino.
Ayer, después de que los bomberos rompieran una ventana del segundo piso de la vivienda de José P., para poder entrar, encontraron al fallecido tirado en el suelo de su habitación. El forense estimó tras una primera observación que llevaba fallecido entre 3 y 5 años y que estaba momificado. «Pensábamos que se había ido a Barcelona, sin decir nada. Además, ninguno de los vecinos notó un olor raro, por lo que creíamos que había dejado la casa», explica Agustín, un jubilado murciano que recuerda con pena que la última Navidad que le vio «me invitó a su casa y nos tomamos unas gambas como mi dedo de grandes».
Sin embargo, su mujer sí se percató de que algo raro podía pasar. «Dije que seguro que no se había ido, que estaba en la casa. Además, aparecieron muchos mosquitos pequeños», cuenta Carmen.
El final de la triste historia se vivió ayer por la mañana. «No me podía imaginar que estuviera muerto. Era una persona muy buena, cariñosa. Me decía que cuando se fuera me iba a dejar la casa a mí», recuerda Agustín. Una casa, que durante más de tres años se convirtió en el ataúd de cuatro paredes de José P.
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