Obispado de Cartagena
Lorca Planes: “queremos actualizar en los sacerdotes una dimensión de Amor”
Un velo blanco cubrió ayer el Santuario de la Santísima y Vera Cruz de Caravaca con la peregrinación del clero cartagenero que acudió a ganar el Jubileo en este Año Santo 2010, convocados por el obispo diocesano, Mons. José Manuel Lorca Planes. Entre sacerdotes y seminaristas, fueron unos 300 los que se reunieron en esta celebración. El acto comenzó con un acto penitencial en la parroquia de El Salvador, en el que los sacerdotes se confesaron unos a otros. Ésta es una oportunidad de ponernos en paz con Dios y con nosotros mismos- expresó Lorca Planes.- Realmente, Dios es Padre Misericordioso y nos sigue ayudando y bendiciendo”. De igual modo, el Prelado animó a caminar en la esperanza, “renovando las posibilidades que Dios ha puesto en nuestras manos”, hacia el encuentro con la Cruz, con el Amor. El Pastor de Cartagena subrayó el acto de abandono de esta celebración: “Le decimos al Señor: aquí estoy para hacer tu voluntad” - apuntó. Así, concluyó animando a su presbiterio a “seguir trabajando por el Reino de Dios”.
Una vez sumergidos en la misericordia de Jesucristo, se dirigieron en procesión hasta el Santuario, donde se celebró la Eucaristía, presidida por Mons. Lorca Planes. La homilía estuvo centrada en el Sacrificio de Jesús crucificado, ofrecido por la redención del mundo. “La Misa hace presente el Sacrificio de la Cruz”- afirmó el Sucesor de los Apóstoles. “El Amor sigue siendo la explicación definitiva de la redención ante la Cruz- explicó. Él nos amó primero y nos envió a su Hijo como propiciación por nuestros pecados”. El Obispo aseveró que “a través de este Amor misericordioso, el hombre es llamado a vencer el mal”. “Nuestra vocación es el Amor”- decía Santa Teresita del Niño Jesús. Haciendo eco de sus palabras, D. José Manuel Lorca manifestó que “queremos actualizar en los sacerdotes una dimensión de Amor”.
Finalizada la Eucaristía, dieron a besar la reliquia de la Cruz de Cristo. Con este gesto, los casi 300 presbíteros fundían su corazón sacerdotal al de Jesús, con la confianza de quien saborea la gloria del Cielo en la Tierra; pues como decía el Padre Pío: “La Cruz es la bandera de los elegidos. No nos separemos de ella y cantaremos victoria en toda batalla.” Que Dios bendiga a todos los sacerdotes y que Nuestra Madre esté siempre junto a sus “cruces”, como lo estuvo a los pies de la Cruz de su Hijo, pues María nos dará siempre el propio Amor de Dios y su dulzura para abrazar la Cruz.
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