El increíble arresto del mayordomo papal y el cese del presidente del IOR delatan una guerra que ya es abierta y de efectos imprevisibles
El Papa se encuentra cada vez más solo en medio de un sordo enfrentamiento entre camarillas
El Ángelus del domingo en San Pedro ofreció una escena nunca vista: Benedicto XVI fue abucheado, literalmente pitado. Varios centenares de personas habían ido a protestar por el silencio de la Santa Sede en el caso de Emanuela Orlandi, la chica de 15 años, hija de un empleado vaticano, desaparecida en 1983. Es un misterio turbio en el que se sospecha una extorsión al Vaticano de la Mafia y el mundo criminal por un gran préstamo no devuelto, dentro de los escándalos del banco vaticano, el IOR, en los ochenta. El caso se ha reabierto y el hermano de la chica, Pietro, ha recogido ya 80.000 firmas para que el Papa revele lo que sepa. El domingo esperaron un gesto, una mención. Al final Ratzinger tuvo su retahíla de saludos a los asistentes, de la asociación de esclerosis múltiple a la federación de tiro con arco, pero ni una palabra sobre Emanuela Orlandi. Entonces le pitaron.
Fue algo muy violento y remató un momento de máxima fragilidad del Papa, tras cuatro días infernales que arrancaron el jueves con el cese del presidente del IOR, Ettore Gotti Tedeschi, y siguieron el viernes con el arresto del mayordomo del pontífice, Paolo Gabriele, acusado de ser uno de los 'topos' que han pasado a la prensa papeles secretos del Vaticano, el escándalo 'Vatileaks'. Su detención, algo histórico, ha sido un golpe muy duro para Ratzinger, que se ha confesado «dolorido». Es la persona que le viste, le sirve la comida y le acuesta cada día. Este episodio, que completa un cuadro de corte medieval llena de conspiradores, da a todo un toque aún más increíble, casi anacrónico para la Iglesia católica: Gabriele, de 46 años, que vive con su mujer y tres hijos dentro de los muros apostólicos, está encerrado en una celda del pequeño Estado, será procesado por un tribunal vaticano sin ninguna transparencia pública y se arriesga a 30 años de cárcel, que debería cumplir en una prisión italiana, pues en la Santa Sede no existen.
Rodeado de enemigos
Todos los que conocen al mayordomo lo definen como un pedazo de pan que, si no se ha vuelto loco, ha tenido que ser manipulado. Le acusan cuatro cajas de documentos confidenciales halladas en su casa, pero el móvil es un misterio. Al margen de la tesis de que es un chivo expiatorio, otra es que solo conservara los papeles por petición de alguien o, incluso, que le hubieran sido confiados para que se los hiciera llegar al Papa, en un escenario que describe al pontífice como un hombre rodeado de enemigos, que vive en una burbuja. Habría un bando de 'los buenos', que en su defensa ha sacado a la luz los trapos sucios, para forzar una limpieza. Es todo muy italiano, muy peliculero y muy confuso.
Hay una dura guerra de bandos en el Vaticano. Siempre las ha habido, pero hace tiempo que no era tan salvaje. Dado el hermetismo oficial y la desastrosa política de comunicación de la Santa Sede, es difícil comprender nada. Ayer había entrevistas en medios italianos a anónimos representantes de los 'topos', que serían una veintena. Acusan al secretario de Estado, Tarcisio Bertone, de haber acumulado mucho poder y frenar la limpieza de la Curia. En verano, la gota que colmó el vaso: destituyó a Carlo Maria Viganò, secretario general del Governatorato vaticano, el órgano que gestiona el pequeño Estado. Se interpretó como un castigo, pues Viganò habría combatido la corrupción interna, como denunció ante el Papa en una de las primeras cartas en filtrarse. Al final fue enviado de nuncio a EE UU, un puesto prestigioso. Para muchos fue la señal de que era Bertone quien mandaba y el Papa no podía desautorizarle por el bien de la Iglesia. Por eso habrían empezado las filtraciones, para apoyar la limpieza y buscar el cese de Bertone. Aunque todo habría degenerado en una guerra de todos contra todos.
Los 'topos' aseguran que la destitución de Gotti Tedeschi ha sido otra puñalada al Papa. Al saber la noticia se habría puesto a llorar, decía ayer uno de ellos en La Repubblica. El IOR ha sido el otro gran filón de filtraciones, con papeles que probarían cómo han sido torpedeados por Bertone los intentos de Gotti Tedeschi de limpiar el banco.
Insólita dureza
La guerra interna es de tal calibre que se ha hecho descarnada, porque la dureza con que el IOR ha echado a Gotti Tedeschi es insólita. El comunicado que lo anunció era insultante para cualquier profesional, pero más tratándose de un economista prestigioso y aún más sorprendente para un ente católico. Pero hubo más. Como respuesta a la versión que hacía pasar a Gotti Tedeschi como víctima, el sábado se hizo pública el acta del último consejo. También fue algo inédito. Y el contenido lo era más. El presidente fue cesado por nueve razones, a cual más hiriente. Entre ellas, «incapacidad de cumplir sus deberes básicos», «abandono o ausencia de las sesiones del consejo», no poder explicar «la difusión de documentos en su poder» -lo que se interpreta como una acusación de ser uno de los 'topos'- y hasta «comportamiento personal errático y bizarro».
Gotti Tedeschi ha dicho que es mejor que él no hable por amor al Papa y porque solo diría barbaridades. Bertone hace meses que no habla y el único movimiento del Papa fue nombrar hace un mes una comisión de investigación de 'Vatileaks'. El arresto del mayordomo ha sido su primer resultado. Pero es imposible que haya actuado solo y tiene cómplices o recibe órdenes de alguien, y alguien poderoso. Se da por seguro que habrá más arrestos. El Vaticano tuvo que desmentir ayer que esté siendo investigado un cardenal italiano o una mujer laica.
El lado oscuro del Vaticano le está devorando y arruina su imagen, mientras el Papa parece incapaz de contrarrestar la situación.
No hay comentarios:
Publicar un comentario